¿La meditación sirve realmente para algo?
(Atención: no soy psicóloga ni tengo formación alguna en psicología. Las reflexiones y los consejos que doy en este artículo surgen de mi experiencia personal y de mi interés por la Terapia de Aceptación y Compromiso. Así que si tienes un problema psicológico, ponte en contacto con tu médico o con tu psicólogo para que te ayude de forma personalizada).
No sé si has meditado alguna vez. Si lo has hecho, sabrás de lo que hablo a continuación. Si no lo has hecho, puede que todo esto te suene un poco hippie (qué quieres que te diga, lo soy).
Ya sabes: te pones en un sitio tranquilo, con música, con una meditación guiada, o con nada en absoluto. Haces varias respiraciones profundas y sientes tu caja torácica expandirse y contraerse. Y comienzas a concentrarte en tu respiración.
Sientes el aire entrar y salir. Por unos segundos, tu mente está en calma. Y entonces empiezan a venirte pensamientos:
“Jo, qué bien me siento”.
“Espera, eso era un pensamiento, ¿no?”.
“Me han dicho que debería poner la mente en blanco, ¿eso cómo se hace?”.
“Debería poner una lavadora antes de ir a trabajar, para que me dé tiempo a tenderla”.
¡Ah, el mindfulness!
A mí, y a cualquiera que tenga un cerebro detrás de los ojos, nos pasa esto continuamente mientras intentamos meditar. Y quien dice meditar, dice relajarse, estudiar, ver una película o asistir a clase.
El caso es que esto es el funcionamiento normal de una mente normal. El cerebro siempre se va por las ramas, es una máquina de generar ideas y pensamientos que no para nunca. Por mucho que lo intentemos, nunca podremos controlar lo que nos pasa por la mente. Yo lo he intentado, te reconozco. Durante un tiempo, intenté controlar todas esas cosas que me decía mi mente, sin éxito.
El caso es que este hecho, per se, no es ni bueno ni malo. Es así, y punto. Realmente, lo que nuestro cerebro intenta es que no nos coma una bestia salvaje, que no nos envenenemos con una hierba silvestre y que no nos muramos de hambre en medio de la sabana. Como diría Homer, eso es bueno.
Pero claro, la ansiedad que pueden generar todos esos pensamientos que surgen constantemente y de manera indiscriminada 24/7, no molan. Si la tienes o la has sufrido, como yo, sabes de lo que hablo.
¿Qué tiene que ver esto del mindfulness con la sostenibilidad?, te preguntarás.
Te cuento ahora.
Los valores: la verdadera clave de la felicidad.
Ya expliqué en mi artículo sobre por qué la sostenibilidad te hará más feliz aquí y ahora que los valores son cualidades que quieres para ti, que te llenan de energía y que te hacen sentirte vivo y con sensación de propósito.
Es decir, que si tomas acción de forma que lo que haces esté alineado con tus valores, generas una sensación de bienestar y te acercas a sentirte realmente feliz. Te sientes más conectado con el momento presente y practicas el mindfulness de verdad.
(Esto es, por descontado, una generalización. Si tu caso particular es más complejo, te animo a que acudas a un profesional).
El caso es que la sostenibilidad tiene detrás un montón de valores que la sustentan. Es como un glaciar enorme cuya base invisible, por debajo del agua, tiene un volumen mucho mayor de hielo azul.
Aquí te dejo una lista de valores que, para mí, están detrás de la sostenibilidad:
- Altruismo.
- Benevolencia.
- Ecologismo.
- Cambio.
- Empatía.
- Conexión.
- Equilibrio.
- Compasión.
- Justicia.
- Naturaleza.
- Amabilidad.
- Perseverancia.
- Cooperación.
- Proactividad.
- Conciencia.
- Respeto: por las personas, por los animales y por el planeta.
- Cuidado.
- Responsabilidad.
- Compromiso.
Hay un músculo muy importante que tal vez no conoces todavía.
Después de soltarte todo este rollo, te tengo que decir que yo no practico absolutamente todos los valores que menciono arriba con todas mis acciones, ni mucho menos.
Yo también compro a veces un producto que viene de China, o como aguacates de Perú, o me olvido de las bolsas de tela y me llevo las verduras envueltas en plástico, o consumo productos veganos fabricados por la industria cárnica.
Soy consciente de que mi cerebro se inventará mil excusas para alejarme de aquellas acciones que tienen sentido para mí, como apoyar a los pequeños comercios, llevarme los alimentos frescos en bolsas de tela y no comprar determinados productos.
Al igual que mientras medito, a la hora de hacer la compra mi mente también se monta, como dice mi amiga Mireia, treinta y dos temporadas, una trilogía y dos spin-offs para convencerme de que total, por una vez no pasa nada.
Y es cierto que no pasa nada. Pero una vez, y otra vez, y otra vez, son muchas ocasiones en las que estamos dejando de lado lo que realmente nos importa.
¿Entonces?
Es fundamental entender que nos vamos a desviar de la senda que nos marcan nuestros valores, pero que siempre, siempre, siempre podemos volver. El esfuerzo que supone cambiar de ruta y acudir a un mercado de barrio en lugar de a una gran superficie, o dejar ese pan envasado en plástico y llevarte uno de panadería envuelto en tu propio saco de tela, o elegir ese tomate producido cerca de ti en lugar del que viene del extranjero, hace que fortalezcas tu músculo.
¿Qué músculo?, te preguntarás.
El músculo de volver. A fuerza de usarlo, ese músculo se hace más fuerte. Cada vez te vas menos y vuelves más. Cada vez eres más consciente de lo que quieres. Cada vez estás más presente.
Como dice la maestra María Fornet, cada vez tu vida real es más plena y los caminos adyacentes son menos seductores.
Recordar los caminos de la sostenibilidad es (más) fácil, si sabes cómo.
Te diría que saber todo esto hará mucho más fácil que tomes decisiones que se alineen con los valores de la sostenibilidad. Que harán tu vida más sustentable de la noche a la mañana y casi sin esfuerzo. Pero te estaría mintiendo.
Por eso, te propongo aquí tres métodos para facilitar que esto de la sostenibilidad se introduzca en tu vida más fácilmente.
- Facilita contextos sostenibles.
Esto lo puedes hacer de muchísimas formas: yendo a comprar a un mercado en lugar de a una gran superficie, comprándote un carrito de ruedas y bolsas de tela para poder hacer la compra a pie en lugar de en coche, comprándote libros de recetas veganas…
- Hazlo agradable.
¿Por qué no aprovechas para cocinar con tu familia, amigos o compañeros de piso esas recetas vegetarianas que te gustaría preparar?
- Ponte recordatorios.
Yo soy fan de ponerme post-its por doquier recordándome las cosas que son importantes para mí. También de ponerme alarmas en el móvil, pero tú elige lo que más se adapte a ti.
- Déjate inspirar.
Lee blogs, escucha podcasts y sigue cuentas de divulgación, de la temática que más te interese.
Pueden parecer tonterías, pero estas cosas tienen el poder de cambiar tu vida. Un futuro más sostenible te está esperando.
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