Cuando comencé en el veganismo, pensaba que iba solo de dejar de comer animales. De abandonar los huevos y mi adorado queso y de reemplazarlo por su versión vegetal sin importar qué ingredientes llevase.

Tampoco pensé en quién lidera el movimiento, en quién hace el trabajo de divulgación ni por qué. Tanto daba que fuese hombre o mujer; total, ¿acaso no es una causa en la que debería haber paridad?

Pero no me enteraba de la misa la mitad, como se dice.

¿De qué va realmente el veganismo? ¿Es una moda? ¿Por qué es tan importante comer bien siendo vegana? Y lo que es más importante, ¿por qué hay más mujeres dentro que hombres?

¿Qué es el veganismo?, dices mientras clavas el tenedor en tu filete de ternera.

Creo que hay mucha confusión sobre qué es el veganismo.

Desde un punto de vista alimentario, como ya mencioné, el veganismo es esa corriente que rechaza cualquier alimento de origen animal, tanto si se obtiene tras la muerte de este (la carne, la grasa) como si no (la leche, los huevos).

Sin embargo, el veganismo es mucho más que eso.

El veganismo es esa corriente política que defiende los derechos de los animales, principalmente el derecho a no ser explotados. El veganismo «no es una mera cuestión de dieta; es un compromiso moral y político hacia la abolición en el ámbito individual y alcanza no sólo lo referente a comida, sino también la ropa, otros productos, y otras acciones y elecciones personales».

No soy filósofa así que no entraré a explicar por qué ser vegano y rechazar el consumo de cualquier producto de origen animal nos hace a todos mejores como sociedad. Para eso ya están de Peter Singer, Melanie Joy o Lucía Martínez.

Pero espero que quede claro que la actitud de un vegano no se basa únicamente en su alimentación. Eso no diferiría en nada de cualquier persona que, por la razón que sea, limita ciertos alimentos de su dieta.

Sin embargo, como profesional de la salud no puedo dejar de hablar de la dieta de las personas veganas, no solo porque esta es mi área de trabajo, sino también porque el hecho de que los activistas gocen de buena salud conviene al colectivo.

Lo que pienso del embutido vegano.

La evidencia científica indica que las personas que siguen dietas vegetarianas y veganas tienen menor riesgo de sufrir enfermedades no transmisibles, como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, hipertensión o algunos tipos de cáncer (1–6).

Esto es así porque, hasta ahora, la mayoría de las personas veganas no tenían a su alcance productos ultraprocesados veganos. Sin embargo, en los últimos años hemos visto aparecer en el mercado infinidad de productos libres de ingredientes de origen animal que, sin embargo, están muy lejos de ser saludables. Esto es muy probable que provoque, como ya advierten Lucía Martínez y Aitor Sánchez, que los indicadores de salud de la población vegana empeoren en los próximos años.

Es probable que pienses que, si el veganismo no va de comer bien, esto no tenga mucha importancia. Pero, amiga mía, nada más lejos de la realidad.

Necesitamos activistas del veganismo saludables, en primer lugar, porque ya hay suficientes creencias falsas en torno a las dietas veganas que hacen creer a la población que no son saludables, a pesar de que hay evidencia científica suficiente que avala lo contrario.

¿Cuántas veces has escuchado que ser vegana te provocará anemia o que hará que te falten proteínas? Pues imagínate si, a partir de ahora, los estudios epidemiológicos nos mostrasen que las dietas veganas no confieren ningún beneficio de salud a la población.

En segundo lugar, porque una persona vegana saludable hará más por los animales que otra que sufre alguna de las enfermedades que tan comunes son en el resto de la población. Necesitamos activistas con salud.

Por último, si te paras a pensarlo, no tiene mucho sentido seguir una dieta vegana y a la vez seguirle el rollo a Campofrío comprando productos de su línea de embutidos veganos.

Todas lo hemos hecho, pero reconozco que no mola.

¿Quién está detrás del movimiento?

El hecho de comer carne y, al mismo tiempo, manifestar afecto por los animales y querer evitar su sufrimiento se conoce como la paradoja de la carne. Esto constituye una disonancia cognitiva que, cuando se hace evidente, tendemos a querer evitar de muchas maneras distintas.

En un estudio realizado en 2018, las personas participantes recibieron información sobre la cadena de producción de carne y sobre la inteligencia y la personalidad de los animales, para ver si esto hacía aparecer emociones negativas hacia la carne y producía un descenso de su consumo. En él se observó que, si bien al recibir esa información por parte de los investigadores aparecieron sentimientos negativos hacia ella, conectar con los animales que comen no hizo que las personas cambiasen sus actitudes hacia la carne de forma significativa, probablemente debido a que nuestra relación con la carne se ve afectada por muchos más aspectos que los meramente emocionales (7).

Lo que sí se vio en este estudio es que las mujeres mostraban un menor afecto hacia la carne que los hombres, tanto al inicio del estudio como después de la intervención, aunque no había diferencias significativas entre ambos géneros.

Como ya dije en mi post sobre masculinidad, consumo de carne y el lío de Provacuno, las mujeres somos mayoría en el movimiento: según una encuesta publicada por Human Research Council en 2014, el 74% de las personas que siguen una dieta vegana son mujeres.

Somos mayoría en el movimiento, tenemos más sensibilidad hacia la causa y menos presión para consumir carne. Siendo todo esto así, ¿no deberíamos reconocer más a las mujeres que sostienen el veganismo?

Yo digo que sí. Yo digo que reconozcamos a todas aquellas mujeres que están en primera línea: las que se encargan de los santuarios, las que tiran adelante con asociaciones, las que realizan el activismo.

Amiga, date cuenta: nuestras acciones tienen el poder real de cambiar el mundo. No somos una pandilla de aficionadas: somos quienes sustentamos el movimiento, y eso nos da el poder real de cambiar las cosas.

¿De dónde saco todo esto?

1.          Pawlak R. Vegetarian diets in the prevention and management of diabetes and its complications. Diabetes Spectr. 2017;30(2):82-8.

2.          Sanders TAB. Plant compared with marine n-3 fatty acid effects on cardiovascular risk factors and outcomes: What is the verdict? Am J Clin Nutr. 2014;100(SUPPL. 1).

3.          Yokoyama Y, Nishimura K, Barnard ND, Takegami M, Watanabe M, Sekikawa A, et al. Vegetarian diets and blood pressure ameta-analysis. JAMA Intern Med. 2014;174(4):577-87.

4.          Key TJ, Appleby PN, Crowe FL, Bradbury KE, Schmidt JA, Travis RC. Cancer in British vegetarians: Updated analyses of 4998 incident cancers in a cohort of 32,491 meat eaters, 8612 fish eaters, 18,298 vegetarians, and 2246 vegans. Am J Clin Nutr. 2014;100(SUPPL. 1):378-85.

5.          Wu J, Zeng R, Huang J, Li X, Zhang J, Ho JCM, et al. Dietary protein sources and incidence of breast cancer: A dose-response meta-analysis of prospective studies. Nutrients. 2016;8(11).

6.          Tantamango-Bartley Y, Jaceldo-Siegl K, Fan J, Fraser G. Vegetarian diets and the incidence of cancer in a low-risk population. Cancer Epidemiol Biomarkers Prev. 2013;22(2):286-94.

7.          Dowsett E, Semmler C, Bray H, Ankeny RA, Chur-Hansen A. Neutralising the meat paradox: Cognitive dissonance, gender, and eating animals. Appetite [Internet]. 2018;123:280-8. Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.appet.2018.01.005