El mindfulness o atención plena es una de esas cosas que han aparecido recientemente en la cultura mainstream, pero sin la cual ya no sabemos vivir.
Qué es el mindfulness
No podemos decir que el mindfulness sea una técnica o un método; más bien podemos decir que la atención plena es una forma de ser innata de todas las personas. El mindfulness es una capacidad humana natural, que está presente desde que nacemos.
Según Jon Kabat-Zinn, creador del método Mindful-Based Stress Reduction en la Universidad de Massachusetts (ahí es nada), el mindfulness se puede definir como prestar atención de una manera especial: intencionadamente, en el momento presente y sin juzgar.
Otros investigadores definen el mindfulness como un proceso para aumentar el insight en la naturaleza de la propia mente y para descentrar la perspectiva de los pensamientos y sentimientos, de manera que pueden experimentarse en términos de subjetividad (en vez de validarlos automáticamente) y de naturaleza transitoria (en vez de permanentes).
La actitud con la que se practica el mindfulness o atención plena es igualmente importantísima. El mindfulness se basa en cinco principios:
- Aceptar lo que pasa en nuestro interior, tal como es.
- Ser paciente, entender que las cosas ocurren a su ritmo.
- Dejar ir los pensamientos, emociones y sensaciones, sin aferrarnos a ellos
- Mirar con curiosidad lo que nos sucede, como si fuéramos un científico que mira por primera vez un hallazgo asombroso
- No juzgar aquello que experimentamos, es decir, no catalogarlo como bueno o malo, correcto o incorrecto
Para qué nos sirve el mindfulness
Todo esto significa que, al practicar el mindfulness, aprendemos a relacionarnos con la mente de forma diferente:
- Entendiendo que la función de la mente es generar pensamientos, pero que éstos no son verdades absolutas ni 100% objetivas.
- Notando cómo, si damos el tiempo suficiente, lo que ocurre en nuestro interior, tal como viene, se va.
- Consiguiendo tomar perspectiva de lo que pensamos y sentimos, para ser capaces de elegir cómo actuamos, en lugar de reaccionar según lo que experimentamos.
Por ejemplo, si cuando acabas de trabajar notas una intensa presión en el pecho, una sensación de ansiedad y pensamientos como “este trabajo es horrible” o “necesito comerme ahora mismo un kilo de patatas fritas”, la práctica del mindfulness te hará darte cuenta de tres cosas:
- Esos pensamientos son únicamente eso: pensamientos, trozos de lenguaje generados por cualquier mente humana, y no verdades irrefutables.
- La naturaleza de la mente es temporal: observando aquello que ocurre en tu interior, de forma curiosa y sin juzgar, lo que sientes, simplemente se va.
- Tú no eres tus pensamientos. Cuando tomas distancia de ellos, puedes elegir qué hacer, y dejas de actuar empujada por la urgencia de los pensamientos y las emociones. Dejas atrás el piloto automático y eres consciente de lo que haces y de por qué lo haces.
Qué no es el mindfulness
El mindfulness no es:
- Dejar la mente en blanco. El mindfulness no tiene como objetivo dejar de pensar, sino distanciarnos para que los pensamientos nos perturben lo menos posible.
- No sentir emociones desagradables. La idea del mindfulness es aceptar las emociones tal como son, sin juzgarlas y tratándolas con amabilidad.
- Una forma de relajarse. Aunque una de las consecuencias del mindfulness puede ser que te relajes, ese no es su objetivo, sino que seas consciente de lo que piensas y sientes.
Cómo empezar a practicar mindfulness
Puedes comenzar a practicar la atención plena o mindfulness en cualquier momento. Sin embargo, como toda habilidad, el mindfulness requiere práctica y puede acabar frustrándote si empiezas queriendo hacer todo de golpe.
Mi consejo es que comiences a practicar mindfulness o atención plena meditando unos pocos minutos al día. La meditación es el entrenamiento en el mindfulness: como las pesas para ganar fuerza, la meditación hace más fuerte el músculo de la atención plena.
1. Decide a qué hora meditarás cada día.
Es mucho más fácil adquirir un hábito si lo realizas todos los días a la misma hora y si lo incluyes dentro de una rutina ya establecida. Por ejemplo, puedes meditar justo después de levantarte o de tomarte el café, o justo antes de empezar a trabajar delante de tu ordenador.
2. Elige cuántos minutos pasarás meditando
Piensa que, en el mindfulness, cualquier cosa, literalmente cualquier cosa es mejor que nada. Meditar tres minutos ya es más que no hacerlo ninguno, pero incluso si solo respiras de forma consciente tres veces, estás haciendo más que si no hicieras nada.
3. Conecta con los beneficios de meditar
Es mucho más probable que adquieras un hábito si eres consciente de los beneficios que te aporta. Piensa a menudo:
- ¿Qué consecuencias positivas está teniendo para mí meditar cada día?
- ¿Qué efecto beneficioso está teniendo para los que me rodean (mis hijos, mi pareja, mis compañeras de proyecto)?
¡Hasta aquí el artículo de hoy! Nos vemos en el próximo artículo para seguir aprendiendo sobre mindfulness y cómo tener una alimentación consciente, saludable y compasiva 😉